Entré al cuerpo como un preso
a una soga antes de ser quemado,
sólo quieta se abrió la luz en mí
cuando el amor me arrancó los ojos:
se alzó el fuego, avanzó chasqueando
sus mandíbulas de tierna bestia:
¿Hacia dónde irás ahora
que el lobo del cuento sopló
sobre tu camino de vuelta?
Si ya no soy una niña, debo
tener otro nombre: una casa
cuyo mapa no se destruya.
Cerrados a mí, todos los caminos,
hice memoria de la noche. Creí conocerla,
pero hubo otra. Y siempre habrá otra.
¿Si no hay una línea de avance
estoy condenada a una celda?
No puedo decirte cómo llegues a mí.
La última palabra fue la puerta.
Gírala sobre las brasas. Escupirá
el fuego, formará un surco a tus pies.
Si sabes llegar, la cruz te será abierta.