Lo contaban sin asombro,
porque el asombro negaría la fe.
Los milagros, lo imposible
eran actos diarios:
el agua en los pozos,
la multiplicación de los panes
y los peces, frente a mí
estaba esa gracia
contada en los libros.
La hormiga y el ave
transformaban lo que caía
al piso. El sol y el gusano
actuaban en complicidad
para convertir lo podrido
en tierra, para hacernos
no olvidar: lo que se pudre
produce vida. La muerte
es una ley muy dura. Aquí
de nuevo, frente a mí,
en ella veo todos los milagros
que me hicieron negar la vida.
[2017]